El regreso

Así nos recibía la casa tras dos años de ausencia, con olores a hierbabuena y menta, a jazmín dispuesto en ramillete y al aroma cítrico de los limones recién cogidos del árbol. Fragancias naturales que ambientaban la estancia provocando experiencias orgásmicas multisensoriales.

No hacía falta viajar a la campiña francesa, ni siquiera traer al propio imaginario los paisajes de la Toscana o los ensueños del Corfú de los años treinta retratados en la última serie vista durante las vacaciones.

La casa se ubicaba en medio de un secarral rodeado por curvilíneas lomas salpicadas de chalets de veraneo donde el tiempo se había detenido allá por los años ochenta.

Sin embargo, el paisaje monótono de colinas fractales contrastaba con el vergel en el que descansaba la casa. Frente al mirador olivos, naranjos y limoneros, al fondo la higuera repleta de higos maduros y dulces como el membrillo y un emparrado que daba los primeros racimos de uva. En el lado opuesto varios chopos alargados y livianos amenizaban las tardes con los sonidos de sus hojas al rozarse con el viento. Había una pequeña piscina refugio de los momentos de intenso calor y siete escalones más arriba el solarium cuyo manto verde de césped era un lecho mullido para quienes quisieran tostarse al sol. Pegados a la casa por el lado derecho había ciruelos, un laurel y plantas aromáticas cuyas fragancias se intensificaban con el olor a hierba fresca recién cortada. Un granado, un nogal, un nisperero y un majestuoso algarrobo completaban el elenco de árboles que daban sombra a las tardes de intenso calor en el campo. No faltaban los pinos y los cipreses destinados a marcar los límites de la parcela, y a sus pies rompiendo la monotonía cromática del verde brotaban flores salvajes de mil colores.

De colores era también la fachada de la casa, adornada con mosaicos arabescos cuyas perfectas formas geométricas, de inspiración islámica, realzaban la belleza de aquel paraje ubicado en medio de la nada.

Los días transcurrían apacibles, las prisas se esfumaban, y nos dejábamos llevar por el fluir del momento improvisado. Despertarse con el canto de los pájaros, desayunar con la calma de quien no tiene que acudir a ningún lugar, haciendo de las pequeñas cosas el arte del disfrute y la alegría del buen vivir, siendo uno con la vida, sencilla, tranquila, suave, sin horas.

Comidas en el jardín al abrigo del algarrobo, conversaciones animadas, risas, un festín de platos maridados con vinos de la tierra y productos de cosecha propia. En la mesa no faltaban las almendras partidas a golpe de piedra y tostadas con sal, aceitunas serranas curadas en húmedo y reposadas con la paciencia de los meses, ensaladas de tomates valencianos de textura carnosa y abundante acompañados de cebolla, aceite y sal, arroces de mil delicias… manjares… con las mejores compañías, las de las risas, de la espontaneidad, del buen querer.

Era el fluir de los momentos, del bailar, del jugar, del volar, de las siestas acariciadas por la suave brisa del verano, del detenerse el tiempo en un presente continuo, bañándonos libres bajo las estrellas, festejando las fugaces, cantando con Édith Piaf bajo el cielo a las tantas de la madrugada. Los niños, los perros y nosotros. Como si el Universo entero nos perteneciera, olvidando que el mundo más allá de este paraíso latía enfermo por una pandemia que arrebataba los corazones a millares.

Hoy todavía estaban aquí, en este vergel de árboles y flores de colores. En la casa de los mosaicos. Mañana tendrían que marcharse llevando consigo lo vivido que se iría diluyendo por obra y a veces desgracia del funcionar de la memoria, para convertirse en un recuerdo borroso de aquel verano en el que el tiempo entero les perteneció y pudieron olvidar todo lo que habían dejado afuera.

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El regreso es un relato escrito con por

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8 respuestas a “El regreso

  1. …más allá de «un sueño de verano», de un verano enfermo, de unas almas que sanan con la mágica pócima de vuestra amistad…estamos en «casa»…la vuestra.

  2. Como siempre, esa inusual habilidad tuya para penetrar en lo gozoso de la vida es emocionante; con tus imágenes, tan vibrantes, nos despiertas, cuando te leemos, a lo que es esencial y que sólo se ve, como dijo el gran principito, con el corazón. Gracias, estimada amiga. Que regalo!

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