Esta mañana ha sido el último amanecer, sereno y dulcemente ardiente, un redondo despertar con el sol en el horizonte. El último desayuno, sin gafas para verte con mayor claridad y con los sonidos matutinos de las gaviotas sobrevolando la costa.
Esta mañana avisté tierra ¡allá a la vistaaaaa!
La travesía ha sido larga y plena. He pescado en la bahía y me he convertido en estrella. He aprendido que el cambio tiene que surgir de uno mismo sin aferrarnos a los antiguos moldes de los que nos precedieron y poder vivir con libertad lo que llevamos dentro. Así, sin añadir sufrimientos. He milimetrado cambios en algunos instantes advirtiendo que un momento de presencia cobra prodigios en la conciencia. Y si miramos con detalle, hasta la muerte es constante, y de ahí a la vida a poquitos despertares.
Dibujos de mi niño por mis cuarenta y seis estivales: un faro en la tormenta, un árbol de la vida y explosiones de lunares con recuerdos a Kandinsky en sus formas chispeantes.
Surfeando las olas con dolores familiares y sumergiéndome en tus mares, he vivido con piratas electrónicos actuales, he visto ejércitos deambulantes y pantallas proyectadas en la arena hijas del séptimo arte.
Tu inmensidad se ha hecho mía al mirarte.
Gracias por tus palabras de azules espumosas sonantes.
Que te tengo aquí conmigo en tierra firme, de nuevo andante y para siempre marinera descubriendo un océano reflectante.
Gracias por este broche a la despedida vacacional. La vuelta a la dinamica laboral nos espera,pero el guiño al precioso y relajado verano, dibuja una sonrisa en mi cara. Es bonito esperar tus regalos. Una vez mas, gracias.
Bonito es saber que se dibujan sonrisas. Gracias. Julia