Asomando la cabeza a los arrecifes azules estaba Julián, sentado sobre un saliente, desde lo alto miraba hacia el mar.
¿Qué miras Julián?
Los lunares de mi camisa que se han caído en el mar. Hace frío y los busco, no sé qué ha podido pasar.
Estaba en casa jugando, oí gritar a mamá, mi hermano pequeño lloraba, mi padre me vino a abrazar. Un señor vestido de guerra entró y se puso a jugar. Mamá se hizo la muerta, mi hermanito dejó de llorar, mi padre gritó que corriera y que no mirara hacia atrás. Entonces cogí mi barquito y salí corriendo hacia el mar.
Tengo frío en la espalda, no sé qué ha podido pasar. No es de día, ni de noche, ni sé qué hora será. Sólo tengo mi barquito.
¿Alguien me puede abrazar?
EN MEMORIA de tod@s l@s niñ@s asesinad@s por las guerras.
La sensibilidad y lo rotundo de tu historia, golpea en lo mas hondo de la conciencia. Hasta cuando toda la ignominia humana? Por qué consentirlo? En ocasiones me avergüenzo de mi condición de persona. Y por si alguien no entendiera el significado de tus palabras, Bansky lo aclara del todo. Gracias por no permitir el olvido.
Viivimos tan rodeados de discursos, protocolos y comités, que el grito de socorro no llega hasta nuestros oidos. Dejemos, pues, de lado nuestras conjeturas universales y nuestra cómoda vida emparedada por el consumismo.
la respuesta es el cara a cara, aqui y ahora a ,ése que es único y diferente y que pide nuestro abrazo.