La lámpara de cristales

Hoy extrañamente se muestra inaudible, sólo un eco lejano de lo que es. El mar. Una quietud ajena e impasible al viento de Levante. La calma sustituye a la agitación habitual de las olas. El mar vuelto murmullo sordo, voz interior acuosa y dilatada.

Lo preferiría bravo, si se puede calificar de bravo a su Mediterráneo de infancia y madurez, de toda una vida. En estos momentos añora el romper de las olas enfrascadas en diálogos sempiternos, continuos, sin lapsos de silencio, sin tempos.

Cualquier cosa que la aleje del recuerdo de la cama en la que reposan los 94 años casi cumplidos,

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La muela padre

Llevaba media hora sentada en una sala esperando a ser atendida por la odontóloga que de una vez por todas acabaría con esa muela que llevaba meses molestándole. A veces, esculpía un promontorio de color cobrizo intenso que engrosaba la encía del maxilar inferior derecho y descargaba chispeantes pinchazos al masticar cualquier alimento. Otras veces, salían de la muela pequeños tentáculos que electrificaban la mejilla y alcanzaban el hemisferio temporal abrazando el cráneo en un dolor que lo irradiaba todo. La última molestia fue definitiva para tomar la decisión. Sucedió

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Aunque no quiera verla

Lleva días acechando en la ventana
Como un animal en celo
Que va y viene
Que viene y va
Al olor de la nueva presa
Con sigilo para no ser descubierta.

Huelo su estela
Llena de vidas ajenas
De podredumbre añeja.
No quiero mirarla
No sea que venga
Ni de reojo siquiera.

Hoy ronda a mi pequeña coqueta,
Le deshace los cabellos
Se apodera de sus gestos
Le desmaquilla el alma
Anida en su cerebro y la torna marioneta.

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Mala vida sobrevenida

Se encienden las farolas,
otra noche más.
El tiempo se esfuma en un silencio eterno
a la espera del mal sueño
en la almohada del desvelo.

En las antípodas quedaron
los viajes y las risas compartidas,
los abrazos,
salir a la calle, jugar en los parques,
llenar las terrazas,
gritar a los cuatro vientos que éramos libres.

Y un día vino la vida como una plaga
sin mediar palabra,
se diluyó una mañana y nos vistió

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Sin tiempo

Pensaba recorrer los años hasta agotarlos, escribir, leer, respirar, mirar, descansar sin acudir al tiempo, sin agendas que dirigieran sus movimientos.

Ver a su hijo crecer, crear, procrear…

recreando su mirada sin tempos, con todo su aliento, sentada en la hamaca de su jardín de los sueños observando serena, sintiendo sin prisas, amando la vida, viviendo viviendo…

Ese día supo que no llegaría.

Ese día los almendros en flor lo habían escrito en el cielo, mientras conducía, era febrero, blanco febrero…

¡Y ella que quería llegar a viejita! 

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El niño púrpura

El día presagiaba subidas de temperatura por encima de los cuarenta grados, insólitas para un abril primaveral. A medida que pasaban las horas, el calor se iba haciendo más y más sofocante. Para poder sobrellevarlo, no quedaba otra que recurrir a los aparatos de aire acondicionado y a las ricas limonadas caseras con azúcar moreno habituales de los periodos estivales.

Edu era un niño de siete años recién cumplidos, un rubio de cara fina con labios moderadamente gruesos y perfilados, ojos de color cambiante entre el verde, el azul grisáceo o el azul cielo según su estado de ánimo o las variaciones de la luz del día,

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Los lunares de Julián

Asomando la cabeza a los arrecifes azules estaba Julián, sentado sobre un saliente, desde lo alto miraba hacia el mar.

¿Qué miras Julián?

Los lunares de mi camisa que se han caído en el mar. Hace frío y los busco, no sé qué ha podido pasar.

Estaba en casa jugando, oí gritar a mamá, mi hermano pequeño lloraba, mi padre me vino a abrazar. Un señor vestido de guerra entró y se puso a jugar. Mamá se hizo la muerta, mi hermanito dejó de llorar,

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La Antesala

La brisa entraba por la ventana de madera gastada, hacía tantos años que cumplía su función de ventana… Tenía otras funciones también propias de su condición de ventana. Había sido mirona, una eterna mirona hacia afuera y mirona también hacia adentro.

Afuera se deleitaba con un palmeral que ofrecía luces y sombras a los jardines. Se entretenía con las gentes que pasaban, algunas andaban tristes, desconsoladas o preocupadas por los que dejaban. Otras en cambio, andaban ligeras, vivaces, con los rostros encantados por las buenas nuevas: «¡es niño!»,

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