Qué delicia tomarse un respiro,
Un tiempo que le arrebate a las prisas su acostumbrado quehacer carente de pausas…
Tomar entre las manos el libro que me tiene hipnotizada y me sugiere que reanudemos la entrega, de sus historias en cada frase, en cada escena imaginada, y me hago amiga de las tejedoras y mi historia se funde con ellas. (*)
Qué bueno abrir la ventana y sentir, como una caricia aterciopelada, al viento enredándose en mi cuerpo, poseyéndome la piel, como una amante en el primer encuentro, complacida, complaciente, con cautelas y sin ellas.
Un viento que reconstruye fragmentos de vida que quedaron deshilvanados por esta memoria que todo lo altera, que recose las heridas traídas de muy lejos.
Me detengo en un recuerdo y saboreo cada letra y cada imagen del pensamiento que los crea.
Detenerse
En el silencio del instante
y desentenderse, de todo lo que se pueda
cuando las voces se calmen y las emociones descansen exhaustas de tanto trajín que le han dado al cuerpo. Respiro.
El aire me inunda por dentro como un torrente desbocado. Respiro.
A veces, me pongo en modo mujer-multitarea-que-puede-con-todo, a las órdenes del imperativo que se me metió en las entrañas hace mucho tiempo… y me olvido de quererme.
Este silencio, con los sonidos del mirlo y de las golondrinas. De fondo, la ciudad callada, encantadoramente fresca. La frescura.
Paro.
Siento.
Observo.
Saboreo.
Respiro.
Sin juicio.
Sumergida en la experiencia del momento, y de este y de este otro…
Me complazco en él
Y la elocuencia desaparece.
Sin palabras,
las que me definen y me atan muchas veces, demasiadas voces a veces, otras muchas desganadas por su insistencia con las quimeras, aburridas, desabridas, de tanto palparlas.
Un instante para estar en el paraíso, a la sombra de tu albaricoquero, con la sonrisa regalada al cielo, respirando campo, gozando vida. Éxtasis para el pecho. Emoticón de corazón y de sonrisa.
Reconectar para experimentar el instante,
y dejarse llevar
por esa querencia que me invita a volver,
a casa
a mi alma
a la calma que todo lo ve.
Hasta que algo ahí afuera, o aquí adentro, me secuestra nuevamente la cabeza
sin remilgos, con descaro,
automático…
humano…
(*) Referencia al libro: «El club de los viernes» de Kate Jacobs, sobre ocho mujeres con sus ocho maneras de tejer la vida.
Muchas gracias por este momento de respiro…………….
y los que nos quedan!