Día 15. Nada es lo que parece

A nueve alturas de distancia te me apareces como una cerilla negra con cabecita de nata.

Las olas del amanecer chocan contra las rocas en las que te anclas y un intrépido marinero se acerca para encender el fuego y calentar su taza.

Un ejército de hombres desfila cada mañana a una hora temprana, mientras, las mujeres preparan afanosas las casas.

Con sus sombrillas al hombro como fusiles en danza inician las maniobras hacia el campo de batalla.

Ya no es público cuando lo alcanzan.

Uno, dos, uno, dos, sin mirar atrás ni detener su marcha.

Ellas en la cocina, ellas levantan las camas, ellos con sus andares van formando en la playa.

El territorio ha sido alcanzado. Todo está orquestado. Un fusil, un soldado, fusil anclado, espacio sitiado.

Los fusiles alineados, cerrados, plantados, uno tras otro en primera línea en paralelo a la orilla, uno tras otro, van ocupando.

Fusiles de colores, uno rojo, un verde chillón, el tercero amarillo canario, con nombre de cerveza el de al lado, azul celeste el siguiente y en fila de uno como soldados marcan el territorio, dejados, abandonados, el trabajo está acabado.

Un nuevo desfile se está gestando. Cada soldado en solitario vuelve a la casa, el café en la mesa le está aguardando.

Un piratilla enano, cada tarde descalzo, con su detector de metales busca tesoros o mensajes embotellados.

Crecen los champiñones que se abren con cada rayo, creando sombras chinescas en teatros acalorados.

Los fusiles-champiñones en sombrillas,

El territorio en playa sitiada,

La cerilla en faro,

El pirata mi niño descalzo.

Nada es lo que parece. Ni las olas son las olas, son la luna, son el mar y la marea directora. Ni el niño es pirata, ni el hombre soldado, ni la mujer de su casa ni el marinero ha pescado.

Todo cambia, siempre gira, ilusiones de la vida.

7. ilustrac nada es lo q parece

El comentario de Julia ...

Querido lector, querida lectora,

Una estampa veraniega muy habitual en algunas playas valencianas como la descrita en “Nada es lo que parece”, me traslada al mundo de las apariencias y del continuo cambio al que está sujeto todo lo que forma parte de nuestra existencia.

Tradiciones contemplativas como la budista así como alguno de los postulados de la física cuántica, sostienen que la manera en la que nuestros sentidos perciben los fenómenos es engañosa y bastante diferente a como son en realidad.

Lo que percibimos cuando observamos un árbol, por ejemplo, es realmente la imagen mental que nuestro cerebro ha generado gracias al contacto visual con el árbol y al reflejo de la luz que ha impactado en él. Como resultado de ese proceso, concluimos que el árbol  existe exactamente tal y como aparece en nuestra mente. Sin embargo, lo que observamos es la impresión que el objeto ha dejado en ella, nuestra interpretación mental, convirtiéndose, de este modo, en una apariencia, una ilusión.

Además, le conferimos un carácter sólido, fijo, e inmutable, cuando en realidad el árbol, como todo en el Universo, está compuesto por átomos en continuo movimiento y transformación, de manera que cuando volvamos a observarlo ya no será el mismo árbol que antes se presentó a nuestros ojos.

Igual que el árbol, todo lo que nos rodea está sujeto a cambios resultantes de un flujo continuo de influencias. La física cuántica habla de la “Teoría del caos”, las tradiciones budistas de la “Interdependencia” o la “Interconexión”, demostrando  que nada existe de forma independiente, sino que todo es el producto de diferentes causas y factores, de influencias recíprocas en permanente movimiento.

Si recuerdas la entrada “La tostada con sabor a Universo”, el tomate de la tostada había recorrido un largo camino hasta que llegó a mi organismo: alguien con una historia plantó la semilla en una tierra concreta, en su desarrollo influyeron, además, los abonos, la lluvia de las nubes que llegaron de algún lugar, el sol, unas manos lo recogieron cuando maduró, otras lo llevaron al comercio, y otras lo prepararon hasta llegar a las mías. Un sinfín de causas crearon el tomate que comí en una cadena de circunstancias que se podría remontar hasta el origen de los tiempos.

De igual manera, nosotros somos el producto de infinitas influencias: nuestros padres y sus respectivas familias y las que las antecedieron, en nosotros están sus creencias, sus miedos, sus debilidades o sus temperamentos y en nosotros influyen, a su vez, la sociedad en la que vivimos y las personas con las que crecemos y nos relacionamos, conformando cómo actuamos, cuáles son nuestros valores y creencias, nuestros hábitos y modos de vivir y entender la vida. Por tanto, no somos un yo en aislado, somos un yo interconectado, que al mismo tiempo influye en todo lo que le rodea, una red entretejida de espejos en la que cada forma se mira.

Y al final, ¿qué nos enseñan estos conceptos de apariencia, impermanencia e interdependencia?

Que si nos aferramos a las cosas, a las posesiones, a las personas, a los valores y a las creencias que no son nuestros porque vienen de lejos y de múltiples circunstancias, junto con las apariencias e ilusiones de nuestros sentidos sujetos a cambios continuos; si nos aferramos con apego a ellos, vamos a sufrir, a vivir con ira, con ansiedad, con decepciones, con odios, con celos, con culpas, con envidias, depresiones, frustraciones y con miedos.

Todo cambia, siempre gira, ilusiones de la vida.

Que seáis felices.

Hasta dentro de 15 días.

Julia.

Día 15. Nada es lo que parece es una poesia escrita con por

Si te gustó ¡compártelo en tus redes!

4 respuestas a “Día 15. Nada es lo que parece

  1. Me ha encantado como relacionas tu narracion con la explicacion cuantica y las influencias budistas, resulta incrible lo que podemos aprender de observar como los abuelitos estivales toman posesion de su parcela. Cuanto podemos aprender si nos fijamos solo un poquito más……gracias por estas lecciones compañera!!!!! ;)????❤️

Responder a María José Nácher Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *