Amasijo de miedos

Cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde para borrarlos de su mente. Había abierto su particular caja de Pandora de la que salieron en estampida todos y cada uno de los miedos que se habían ido acomodando a lo largo de los últimos años.

Cada situación llevaba aparejada una angustia, desde las más absurdas e insignificantes a las más pesadas y tortuosas. Estaban aquellas que marcaban distancias entre sus pies y la tierra firme como los miedos a las alturas o a las profundidades del mar. Éstas eran motivo de temblores, palpitaciones y de una sensación general de falta de oxígeno difíciles de sobrellevar. Por su mente desfilaban otros miedos, los más aterradores, que aparecían cuando su hijo que coqueteaba con la adolescencia reclamaba más momentos de independencia y autonomía. Entonces, los pensamientos pergeñaban los peores desenlaces posibles imposibles de soportar para su corazón. Se iban sumando los miedos a las pérdidas de sus padres nonagenarios que cada día se volvían más vulnerables en su fragilidad. Cómo no, los temores laborales que le hacían cuestionar una y otra vez si su elección había sido acertada cuando las pesadillas le asaltaban en sueños. El miedo a viajar sin todos los cabos atados y todos los seguros puestos. Miedo a cada día, a ser invisible, a no valer, a perder, a expresarse, a sufrir… un sinfín de miedos que la habían socavado hasta el punto de no atreverse a lanzarse a ninguna de las infinitas posibilidades que la vida le brindaba. Toda ella era un amasijo de miedos que la tenían paralizada.

Una vez traídos a su conciencia ya no había marcha atrás. ¡Qué puñetas! Tal vez había llegado el momento de dejar de engatusarse con argumentos que a fin de cuentas la mantenían entretenida y alejada de sí misma. Ya estaba bien de echar balones fuera, de seguir estancada con las mismas quejas de siempre: la sociedad, la familia, los otros, el sistema, el trabajo, las responsabilidades diarias, los dolores del cuerpo y del alma que hacían de cada despertar el anhelo de darse media vuelta en la cama y esperar a la noche cuando todo se tornaba sereno y silencioso, cuando no había nada que resolver y se podía engañar a sí misma pensando que mañana sería otro día. Quizá un nuevo día que la sacara del sopor al que tan acostumbrada estaba.

Muy lejos había quedado su espíritu aventurero de juventud, su afán incuestionable de superación y de seguir sin vacilaciones a su corazón y a su mente que por aquel entonces se coordinaban a la perfección. Una tenacidad que la hacía invencible en cualquier esfera de su vida y que pese a los años transcurridos seguía viva en ella.

Harta de seguir en ese limbo existencial que no la llevaba a ninguna parte más que a su propia pérdida e intuyendo que sus fortalezas aunque latentes y adormecidas seguían formando parte de ella, resolvió empezar a transformar los miedos en oportunidades.

Con ellos en brazos se subiría a una noria y abriría los ojos para ver la ciudad desde lo alto. Se sumergiría en el mar para bucear junto a bancos de peces de colores. Miraría con orgullo al hombrecito en el que se había convertido su niño y con ternura y agradecimiento a sus padres de los que había aprendido tantas cosas sobre ella y la vida. Con los miedos a cuestas cogería una mochila y recorrería el mundo y con ellos, haría todo lo que había soñado y nunca se decidió a hacer.

28. amasijo de miedos

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10 respuestas a “Amasijo de miedos

  1. Vaya….estos miedos, creencias autoimpuestas que nos desvían de lo que podría ser…. y si nos dejáramos llevar y ya está???
    Gracias por poner palabras a estos sentimientos inenarrables.

  2. Hola Julia!
    Me siento tan identificada contigo!…….
    Atreverse a aceptar los miedos, sentirlos, saltar por encima de ellos para crecer …..y dando gracias a la vez, porque al ser tan nuestros, nos dan la oportunidad de poner Luz en nuestra Vida.

    Una abraçada mooolt forta!
    Lola

  3. Sabia y valiente decisión. Afrontar los miedos , transformándolos en oportunidades. Muchas veces nos anestesiamos con superficialidades, pensamos que los tenemos superados y sólo están dormidos. Gracias M. José por tus reflexiones.

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