Vivir “pa dentro”

No les quedaba otra que vivir para adentro.
Adentro de sus casas,
Adentro de sus cuerpos y de sus pensamientos.

Adentro para sentir sus miedos, sus frustraciones, sus anhelos, las angustias y los nervios enrocados de mucho tiempo.

Los sueños macerando, en stand-by el tiempo, parado, eterno, tangible cada minuto, forzado a ser vivido, aprendiendo del desasosiego.

Mirando a los suyos con otros ojos, con las palabras y los buenos deseos,
Traspasando las pantallas,
Rezando por los muertos,
Por los enfermos.

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Un marzo atípico

No era una tarde de marzo cualquiera. Ese domingo primaveral era el más atípico que en sus cuarenta y muchos años había vivido.

La tarde era silenciosa. Un silencio inusual, a ratos perturbador por inaudito, en una ciudad acostumbrada a la actividad frenética y al vaivén de sus habitantes.

Un silencio alterado por los caprichosos zumbidos del viento que hacían sonar el colgante atrapasueños del balcón. Los naranjos de la calle sacudían sus ramas desacompasadas con el golpear del aire, y los primeros brotes de las flores de azahar ambientaban con tenues aromas cítricos y dulzones las calles desiertas.

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