“Quien esté libre de sufrimiento que tire la primera piedra”, pensaba Julia mientras miraba a través de la ventana a la gente que pasaba. En muchos momentos, sobretodo cuando los dolores del alma apretaban, o los miedos, o las expectativas a la enésima potencia, o las sutiles inseguridades… como buena cáncer cangrejo se escondía en su caparazón, segura y aislada de las otras miradas. Cuántas veces se había sentido avergonzada, cuántas se había disfrazado con sus mejores galas para no ser captada en su fragilidad. Sin embargo, las visiones a través de la ventana le devolvían su propia mirada. “¿No será que a ellos les sucede lo mismo, viviendo en escaparates con trajes anti dolores?”.
Cuántas veces se había sentido avergonzada, cuántas se había disfrazado con sus mejores galas para no ser captada en su fragilidad. Sin embargo, las visiones a través de la ventana le devolvían su propia mirada.
Para dar respuesta a este interrogante, se había propuesto llevar a cabo un experimento científico, empíricamente comprobable y por supuesto generalizable al mundo de los humanos.
Hipótesis: universalidad del sufrimiento humano.
Objeto de estudio: los ojos, reflejos del alma y por tanto, impermeables a controles y disimulos, transparentes, sinceros, y teóricamente plausibles.
Aparato de detección del sufrimiento ajeno: cámara réflex de la más alta resolución, fiable, objetiva y libre de todo sesgo afectivo, social o personal.
Muestra de estudio: cualquier persona conocida o anónima, joven o anciana, hombre o mujer que se cruce en su camino. Selección Aleatoria.
Observaba, fijaba imágenes humanas centrando su disparo sólo en los ojos, en su objeto de deseo, tomando datos, abierta, sin prejuicios, fotografiando.
Dispuesta a tomar las oportunas mediciones, paseaba por las calles mirando por el objetivo con un zoom que le acercaba los globos oculares a medio centímetro de distancia. Cogía el autobús y directamente enfocaba a las personas sentadas, a las que subían y bajaban. Entraba en los comercios, conectaba con los gestos. Observaba, fijaba imágenes humanas centrando su disparo sólo en los ojos, en su objeto de deseo, tomando datos, abierta, sin prejuicios, fotografiando.
Resultados: se han registrado trescientos pares de ojos humanos, el 90% presentan afecciones emocionales de amplia sintomatología. A continuación se detalla un listado de los males:
Ojos desconfiados mirando de reojo, Ojos tristones, Ojos agazapados ocultos tras gafas de sol de marca, Ojos negros pesimistas, Ojos maltratados, magullados, ignorados; Ojos muertos eternamente cerrados; Ojos vagabundos limosneros; Ojos extranjeros refugiados; Ojos enfermos, vidriosos, heridos por desamores, temerosos, castigados, sedientos de amor, desilusionados; Ojos muertos de hambre, atacados de frío, atrapados por las circunstancias, sin salida; Ojos perdidos jamás encontrados, Ojos anclados al pasado, Ojos ancianos sin brillo, ciegos, solitarios, inseguros por castrados, abandonados, discriminados; Ojos vagos hastiados; Ojos que llaman sin ser escuchados; Ojos que nunca soñaron.
Hipótesis confirmada.
Conclusión: El sufrimiento forma parte de la vida, ni el 10% restante se libra.
Remedio urgente: Grandes dosis de Compasión. Ingredientes: ábrase al dolor, intente no evitarlo, más bien conecte con él, añada unas gotas de empatía en su justa medida y muéstrese predispuesto a ofrecer ayuda. Para acabar, envuélvalo todo con una delicada capa de amor hasta donde le sea posible. Aplíquese en primer lugar al propio sufrimiento para poder aliviar el ajeno.
Sin efectos secundarios adversos, al contrario, la práctica repetida le aportará beneficios a su vida. Haga la prueba. Descúbralo por sí mismo.
Fin del estudio.
Julia lo hizo. Doy fe de ello.
Querida Julia.
Pero también ojos como lagos, ojos que miran con estrellas, ojos curiosos, ojos arrasados de amor, ojos atentos, ojos que acarician, ojos que Miran de Frente y Ven.
Me ha gustado tu texto. A partir de ahora, me pensaré mucho con qué ojos voy a salir a la calle.
También, querida Ro, pero son los ojos que sufren, sobretodo ellos, los que necesitan de una mano compasiva. Salgamos a la calle, miremos esos ojos y lancemos el deseo que les vaya bien en la vida. Un abrazo,
Julia.
¡Genial relato, Julia!
Me ha hecho reflexionar, sobre todo el hecho de que nosotros tengamos que ser nuestra propia figura de apego. La mayoría de las veces los ojos que sufren y/o que están perdidos, van en busca de otros ojos que les entiendan y que les hagan cambiar su forma de mirar el mundo. Pero muchas veces no somos conscientes de que somos nosotros mismos los que verdaderamente tenemos que ser fuertes, mirarnos, abrazarnos y calmarnos. Hacernos entender que, sin nuestros ojos, la vida no la contemplamos igual. Y que no nos debemos refugiar necesariamente en los ojos de los demás para hacer frente aquello que no nos gusta.
A partir de ahora tendré en cuenta cómo miran mis ojos y que expresan al mundo.
Hola Javier,
Estoy de acuerdo contigo, a veces miramos hacia afuera o buscamos en el otro la solución, cuando ésta ha de pasar por nosotros mismos,con honestidad y con mucho amor. Un abrazo. Julia.
Precioso!!!Y qué descubrimiento es saber lo reconfortante que resulta la autocompasión.
Very great post. thank you!