Quejas y más quejas

La primera entrada de la Trilogía del Silencio, “Off pa mis orejas”, trataba sobre la búsqueda del silencio ante los ruidos que nos llegan del exterior, sin embargo, muchas veces somos nosotr@s los que generamos ruido con nuestras palabras y pensamientos en forma de “Quejas y más quejas”.  Sus efectos en nosotr@s y en los que nos rodean, nos invitan, una vez más, al silencio.

Ilustra Ana R. Leiva, con una propuesta novedosa y atrevida, una ilustración que ella denomina “objetual”.

Espero que os guste y lo disfrutéis.

Julia

Yo me quejo,

Tú te quejas,

Ella se queja.

Todos vamos con la queja.

El calor que nos abruma, ahora la lluvia porque inunda o acaba con las cosechas o nos empapa las ideas. El jefe que nos harta, el trabajo que sobrecarga, el papeleo, la burocracia, las exigencias humanas. La mirada inquisitiva de la vecina que mira con aire superior cuando pasamos con prisas. Las castas en la política, el sistema que no cambia, los impuestos que vacían nuestras cuentas bancarias, clavándonos a tasas puñales en la espalda. El desorden, los objetos que ocupan nuestras casas, los ronquidos por las noches, el despertador que no calla, la organización doméstica o la comida precocinada. Seguimos con los dolores, las penas, las tragedias, las vidas usurpadas. A éstas sumamos las ansias, las esperas, las colas largas, las prisas, y quejas también por la calma. Los años que pasan fugaces, la memoria que se escapa, tu madre que ya no escucha, los negocios que no andan, los gritos, el tráfico o el dinero que no alcanza. Interminables retahílas como letanías sin pausa.

Quejas repetidas, repetidas, repetidas, insaciantes dirigidas a objetivos que no entienden el porqué de nuestras iras. Apuntamos sin mirilla y las lanzamos sin pensar a nuestros hijos, a los amigos, a los cercanos o a los vecinos, a la persona de la calle, al que coge el ascensor o al que se sienta en un parque. Todos valen, objetivos alcanzables, desahogos personales.

Quejas tóxicas, lastimeras, quebrantos espirituales, hervideros humanos andantes, casos flagrantes de desamor en cada ataque. Nos quemamos la sangre, ardemos con los lamentos, nuestros cuerpos se contraen y causamos daños a la larga irreparables. Envenenamos el aire que inspiramos, el que exhalamos, al amigo o al acompañante, al anónimo o al amante, dañando con cada queja nuestros mundos, los hogares.

Discos rayados hablantes, misiles de largo alcance, gestos hirientes, críticas, cotilleos, habladurías contaminantes. Tú te quejas, yo me quejo, cada día, cada instante.

10-queja

El comentario de Julia ...

Querido lector, querida lectora,

¿Eres de l@s que te quejas mucho? ¿Te quejas ante situaciones que te parecen injustas o dolorosas? Y si es éste el caso, ¿buscas soluciones sin quedarte enganchad@ en la queja?

A veces nos encontramos con personas que hacen de la queja un hábito, que se quejan por todo, hoy se quejan por esto y mañana por todo lo contrario. Cuando vivimos en “modo queja”, limitamos el foco de nuestra atención al objeto de la queja, al aspecto negativo de la situación, con lo que nos perdemos otros matices y la posibilidad de encontrar soluciones o de aprender algo nuevo.

Todos hemos sufrido con las quejas porque generan emociones negativas, como ira, rabia, ansiedad o resentimiento. Las quejas nos agotan y consumen nuestra energía, sin olvidar además, los contagios que provocan en los demás.

El investigador japonés Masaru Emoto, fotografió moléculas de agua que habían sido expuestas a distintos tipos de palabras, como “gracias”, “amor”, “demonio” o “asco”, observando que en función del tipo de palabra, se creaban estructuras caóticas y fragmentadas o formas simétricas, delicadas y repletas de belleza.

Imagina si unas palabras provocan estos efectos en las moléculas de agua, ¿qué  impacto pueden tener las quejas en los demás o en nosotros que somos un 80% de agua?

Si nos damos cuenta del efecto que tienen, no sólo en nosotros sino también en los que las escuchan, podremos dejar de lanzar quejas inútiles y dañinas y sustituirlas por la búsqueda de soluciones.

Y si no es posible solventar la situación, siempre tenemos la opción de gestionarla: aceptándola, dándonos cuenta de la emoción que nos genera, tratando de identificar dónde se expresa en nuestro cuerpo, respirando y dejándola reposar.  Así, desde la calma podremos abrir el foco y encontrar las soluciones que estén en nuestras manos.

Como dice la Oración de la Serenidad: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para distinguir las unas de las otras”.

Que seáis felices.

Hasta dentro de 15 días.

Julia.

Quejas y más quejas es una poesia escrita con por

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3 respuestas a “Quejas y más quejas

  1. Cuanta razón!!!!!! Cuantos momentos perdidos dedicados a quejarnos como si esa fuera la solución. Como cambiarían las cosas, si esos instantes los dedicaramos a buscar la solución al problema que está detrás de esa queja rabiosa.

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