Yo me quejo,
Tú te quejas,
Ella se queja.
Todos vamos con la queja.
El calor que nos abruma, ahora la lluvia porque inunda o acaba con las cosechas o nos empapa las ideas. El jefe que nos harta, el trabajo que sobrecarga, el papeleo, la burocracia, las exigencias humanas. La mirada inquisitiva de la vecina que mira con aire superior cuando pasamos con prisas. Las castas en la política, el sistema que no cambia, los impuestos que vacían nuestras cuentas bancarias, clavándonos a tasas puñales en la espalda. El desorden, los objetos que ocupan nuestras casas, los ronquidos por las noches, el despertador que no calla, la organización doméstica o la comida precocinada. Seguimos con los dolores, las penas, las tragedias, las vidas usurpadas. A éstas sumamos las ansias, las esperas, las colas largas, las prisas, y quejas también por la calma. Los años que pasan fugaces, la memoria que se escapa, tu madre que ya no escucha, los negocios que no andan, los gritos, el tráfico o el dinero que no alcanza. Interminables retahílas como letanías sin pausa.
Quejas repetidas, repetidas, repetidas, insaciantes dirigidas a objetivos que no entienden el porqué de nuestras iras. Apuntamos sin mirilla y las lanzamos sin pensar a nuestros hijos, a los amigos, a los cercanos o a los vecinos, a la persona de la calle, al que coge el ascensor o al que se sienta en un parque. Todos valen, objetivos alcanzables, desahogos personales.
Quejas tóxicas, lastimeras, quebrantos espirituales, hervideros humanos andantes, casos flagrantes de desamor en cada ataque. Nos quemamos la sangre, ardemos con los lamentos, nuestros cuerpos se contraen y causamos daños a la larga irreparables. Envenenamos el aire que inspiramos, el que exhalamos, al amigo o al acompañante, al anónimo o al amante, dañando con cada queja nuestros mundos, los hogares.
Discos rayados hablantes, misiles de largo alcance, gestos hirientes, críticas, cotilleos, habladurías contaminantes. Tú te quejas, yo me quejo, cada día, cada instante.
Cuanto nos perdemos por quejicas, que bueno buscar otro foco…!
Cuanta razón!!!!!! Cuantos momentos perdidos dedicados a quejarnos como si esa fuera la solución. Como cambiarían las cosas, si esos instantes los dedicaramos a buscar la solución al problema que está detrás de esa queja rabiosa.
Claro que para eso lo primero es que nos demos cuenta de lo que provoca la queja por la queja. Bienvenida al Blog!