La chamana

Estaba allí una hora antes de la cita. La puntualidad era requisito exigido para todos los asistentes. Un retraso de cinco minutos conllevaba la pérdida inmediata de aquel encuentro. Por esa razón y porque el tiempo hace su camino ajeno a cualquier forma de voluntad humana, esa mañana de lunes la inquietud que la había acompañado los días previos hizo que saltara de la cama con las primeras luces del amanecer. De esta manera, atendería diversas gestiones que tenía programadas y dispondría de tiempo extra por si surgía cualquier imprevisto.

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