La lámpara de cristales
Hoy extrañamente se muestra inaudible, sólo un eco lejano de lo que es. El mar. Una quietud ajena e impasible al viento de Levante. La calma sustituye a la agitación habitual de las olas. El mar vuelto murmullo sordo, voz interior acuosa y dilatada.
Lo preferiría bravo, si se puede calificar de bravo a su Mediterráneo de infancia y madurez, de toda una vida. En estos momentos añora el romper de las olas enfrascadas en diálogos sempiternos, continuos, sin lapsos de silencio, sin tempos.
Cualquier cosa que la aleje del recuerdo de la cama en la que reposan los 94 años casi cumplidos,
… Ver más