La chamana

Estaba allí una hora antes de la cita. La puntualidad era requisito exigido para todos los asistentes. Un retraso de cinco minutos conllevaba la pérdida inmediata de aquel encuentro. Por esa razón y porque el tiempo hace su camino ajeno a cualquier forma de voluntad humana, esa mañana de lunes la inquietud que la había acompañado los días previos hizo que saltara de la cama con las primeras luces del amanecer. De esta manera, atendería diversas gestiones que tenía programadas y dispondría de tiempo extra por si surgía cualquier imprevisto.

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20 minutos

Este año el trabajo le había dejado absolutamente exhausta, por ello estaba decidida a seguir algunas pautas de autocuidado que le permitieran recuperarse y atenderse a sí misma un poco más. Se había propuesto, sin rigideces, meditar un par de veces al día y cuidar su alimentación con unas buenas dosis de saludables frutas y verduras, aunque su dieta veraniega no podía quedar exenta de alguna que otra cerveza diaria muy fría. A su lista le seguía dormir ocho horas o más, olvidar por un tiempo la presión siempre autoimpuesta del trabajo,

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